La soledad no deseada es devastadora en la salud física y emocional de las personas mayores.
Tú tienes el poder de contrarrestarlo con tu apoyo y cercanía.
Saluda, escucha, acompaña, participa.
¿Es lo mismo estar solo, vivir solo y sentirse solo?
Ya intuyes que no. Se puede vivir solo/a o estar solo/a y no sentir soledad y se puede vivir acompañado/a o estar rodeado/a de gente y sentir una soledad profunda. Por eso distinguimos tres conceptos:
- Soledad deseada: es aquella que elegimos y que nos produce satisfacción.
Muchas veces la necesitamos para concentrarnos, para crear o para tener calma. - Aislamiento social: también puede producirse por decisión propia, pero la mayoría de las veces va ocurriendo de una forma lenta y nos deja sin redes sociales de calidad en las que participar o a las que acudir. A veces, el aislamiento se traduce en lo que se conoce como “soledad social”.
- Soledad no deseada: es lo que también se denomina como “soledad emocional” y es una sensación subjetiva negativa. La soledad emocional es la respuesta subjetiva a la falta de una figura generalizada de apego. La soledad social puede resultar de la pérdida de roles sociales, tal y como sucede cuando uno se queda viudo/a o cuando se jubila o si se muda de pueblo o de barrio y le cuesta tejer nuevas redes.
¿Por qué ponemos el foco en las personas mayores?
Aunque nuestra sociedad sufre una ‘epidemia’ de individualismo y, a veces, de
soledad, la mayoría de los estudios indican que las personas mayores tienen más
riesgos de vivir en soledad no deseada.
Hay factores externos (movilidad, estado de salud, economía, educación formal, despoblamiento de nuestro entorno…), hechos de la biografía (jubilación, viudez, pérdidas de personas cercanas…) y factores subjetivos que explican estos mayores riesgos en las personas mayores. El hecho de perder a familiares o a amigos, vivir solos, tener enfermedades crónicas o pérdida auditiva y, en el caso de entornos rurales, la pérdida acelerada del tejido social habitual son elementos a tener en cuenta.
¿Es fácil de detectar?
No siempre. Tendemos a pensar que porque una persona mayor viva sola está sola (y no siempre es así) y creemos que porque una persona mayor viva con otras personas
(familia, residencia, etcétera) no puede sentirse sola.
No es así. A todas las personas, incluidas las mayores, nos cuesta reconocer el sentimiento de soledad negativa y, más aún, pedir ayuda. Por eso no hay que dar nada por supuesto y trabajar en lo que más podemos incidir: la calidad y las posibilidades de la red social de cada una de las personas mayores que nos rodean.
¿Cuáles son las consecuencias de la soledad no deseada en las personas mayores?
Los estudios indican que el riesgo de muerte prematura por aislamiento social y soledad no deseada rivaliza con el del tabaquismo, la obesidad o la inactividad física. Además, las relaciones sociales escasas aumentan el 50% el riesgo de demencias, el 29% el de enfermedad cardiaca y un 32% el riesgo de accidente cerebrovascular (Academias Nacionales de Ciencias, Ingeniería y Medicina de Estados Unidos, 2020)
La soledad no deseada está asociada también a altas tasas de depresión y ansiedad.
La Universidad Autónoma de Madrid también ha determinado que tanto la soledad ejerce un efecto negativo en el estado de salud, de la siguiente forma:
- A nivel fisiológico e inmunológico: enfermedades coronarias y vasculares; mayor riesgo de resfriados, catarros, gripes y neumonías.
- A nivel psicológico y emocional: hostilidad, resentimiento y tristeza; ansiedad; riesgo de depresión; déficit en el sentimiento de autoestima; mayor deterioro cognitivo y mental.
- A nivel conductual: mayor riesgo a adicciones (alcohol); trastornos del sueño (insomnio); trastornos alimentarios: incremento de obesidad; mayor riesgo de sufrir accidentes domésticos.
¿Qué puedes hacer?
Puedes hacer mucho por las personas mayores de tu entorno: familiares, vecinos… Básicamente se trata de reforzar o mejorar la red social de las personas mayores y hacer que estas formen parte de un tejido activo y significativo para sus vidas.
- Mantén contacto habitual e indaga sobre sus costumbres respecto a alimentación, sueño o rutinas sociales. Si detectas problemas, busca consejo en tu entorno o entre especialistas (centro de salud, trabajadores/as sociales, etcétera)
- Refuerza la red social de las personas mayores que conoces generando un tejido de vecinos y/o amigos que la acompañen en el día a día.
- Trata desde el respeto y la horizontalidad a las personas mayores y hazlas partícipes de actividades sociales, vecinales, culturales o de otro tipo.
- Descubre y pone en valor socialmente las capacidades y cualidades de esa persona mayor en concreto.
- Combate el edadismo y no atribuyas los problemas de las personas mayores (de salud física o psicológica, de movilidad, de inserción social) al hecho de que sean mayores.